agolpaba el esternón
en la lateralidad ausente
si dejaba solos los talones
si decía sí a todo
y cuando se vaciaba
íntegramente
a moco tendido
aparecía un nuevo mundo
por completo sin signos
sin veredas
podía tocarlo
desde la ventana
de vidrios manchados
con las yemas negras de sus dedos
y cuando se hacía de día
diríamos que sus brazos tendían
a la horizontalidad
y su espalda era estepa
y sus piernas troncos flotando
a la deriva
y sus ojos
cascotes
y el viento más fuerte
que su boca
más real
de otro mundo
nada ni nadie
ni nunca
ni los números
pudieron delinearlo
tal vez apenas
alguien un poco
donde nacen las pestañas